Este trabajo tiene por objeto el análisis del campo historiográfico argentino durante el período de la última dictadura militar (1976-1983), y los primeros años de la posterior recomposición democrática. A lo largo del mismo, se busca precisar -a partir del análisis de fuentes orales- el rol que jugaron los exilios y las experiencias en el exterior en las trayectorias profesionales de un grupo de reconocidos historiadores. La investigación permite concluir que estas experiencias fueron factores de importancia en la reorientación de los proyectos intelectuales de los entrevistados, y por lo tanto constituyen una variable crucial a la hora de caracterizar el derrotero del campo historiográfico durante el período.
This essay analyzes the development of the Argentinian historiographical field during the last military dictatorship (1976-1983), and the first years following the democratical recomposition of the country. Throughout the research, I intend to clarify -by the use of oral sources- the role played by exile and experiences outside the country in the professional development of a group of prestigious historians. It is possible to conclude, by looking at the evidence, that such experiences were key for the reorientation of the intellectual careers of the interviewees, and are therefore to be regarded as a crucial factor when characterizing the development of the historiographical field through this time.
  • Introducción: problemas, objetivos y metodología

La última dictadura militar argentina (1976-1983), es uno de los procesos más recurridos no sólo por las agendas académicas de la historiografía dedicada a la “historia reciente”, sino también en las movilizaciones de memorias colectivas, los imaginarios sociales y los debates políticos argentinos. Dentro de esas discusiones, se ha tematizado con cierta frecuencia la problemática específica del campo intelectual y el cultural, profundamente afectados por el despliegue de una política sistemática del terror, la represión y la censura que llevó a la desaparición forzada de muchos de sus integrantes, y al exilio de tantos otros[1].

A lo largo de este trabajo, se hará referencia a un área específica al interior de los ámbitos de producción intelectual: el campo historiográfico. El objetivo del estudio es proponer una indagación orientada desde una perspectiva propia de la historia intelectual, y, consecuentemente, el interrogante que anima esta aproximación puede ser formulado en los siguientes términos: ¿De qué maneras afectó la dictadura militar el vocabulario conceptual de los historiadores argentinos? Se intentará, de manera más específica, de buscar relaciones causales entre esas transformaciones a nivel historiográfico y las experiencias del exilio por las que atravesaron algunos historiadores. Recomponer este tipo de causalidades resulta significante en la medida en que hace inteligible una parte sustancial de la evolución de la disciplina durante este período, así como las características concretas que tendrá el renovado campo historiográfico argentino con la restauración del orden democrático a partir de 1983. Para este estudio, se ha utilizado la historia oral como herramental metodológico fundamental, y por lo tanto las principales fuentes primarias del mismo son entrevistas realizadas con cuatro importantes historiadores que desarrollaron parte de su formación y su trabajo profesional durante el período que aquí ponemos en consideración, y que tuvieron un rol destacado en la reconfiguración democrática del campo historiográfico: Hilda Sábato, José Carlos Chiaramonte, Juan Carlos Korol y Pablo Pozzi. Creemos que el uso, hasta ahora relativamente inexplorado, de fuentes orales para un trabajo de historia intelectual, puede abrir nuevas aristas y hacer ver cómo desplazamientos amplios a nivel conceptual e institucional se encarnan en la escala microscópica de las experiencias personales.

  • Experiencias del exilio y trayectorias historiográficas  

Para comenzar, entonces, cabe señalar que los cuatro historiadores que aquí analizamos desarrollaron sus carreras académicas fuera de la Argentina durante parte o la totalidad del régimen dictatorial. Si bien no en todos los casos es pertinente caracterizar estas experiencias como “exilios” -dada la disímil importancia que un peligro de persecución política jugó en cada una de las biografías-, en todos ellos encontraremos una renovación de temarios, problemas y referencias historiográficas a partir de la interacción con espacios académicos foráneos.

Si bien se suele enfatizar en 1976 como momento de quiebre para el campo historiográfico local, Hilda Sábato nos recuerda que, al menos en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires (UBA), una cronología más larga sería necesaria para reconstruir el despliegue de un proceso represivo contra el campo durante los 70´: “… el problema para nosotros comenzó en el 74´, durante el gobierno de Perón, con la intervención de Ottalagano en la Universidad”[2]. Así, la designación en septiembre de 1974 de Alberto Ottalagano como rector interventor de la UBA era una expresión de un clima político en el que el ala derecha del tercer gobierno peronista (1973-1976) ganaba cada vez mayor incidencia. Este sector del gobierno estaba representado por la figura de José López Rega -quien, desde el Ministerio de Bienestar Social, organizaría el grupo parapolicial conocido como Alianza Anticomunista Argentina-, y, en el ámbito de la educación, por el ministro Óscar Ivannissevich[3]. En este contexto, circunstancias fortuitas favorecieron a Sábato: al egresar de la carrera en agosto de 1974, para el momento de la intervención ya no era estudiante de grado, lo que constituía una posición ventajosa frente a un proceso de intensificación de las persecuciones, la censura y la búsqueda de excluir de la universidad a estudiantes que -como ella- eran políticamente activos[4]. La posesión de su título de grado le permitiría, finalmente, acceder en 1976 a una beca de la Fundación Ford para realizar estudios de posgrado en la Universidad de Londres[5].

 

Sábato vivió en Londres hasta 1978, año en que volvió a Argentina para terminar su tesis -un estudio sobre la producción lanar en la provincia de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX[6]-, que luego le valdría la obtención del doctorado por la Universidad de Londres en 1981. Más allá de este trabajo, dos dimensiones de los años londinenses resultan significativos en función del derrotero intelectual posterior de la historiadora. En primer lugar, un acercamiento más profundo a la historiografía del marxismo británico, en aquél entonces muy en boga, representada en figuras como E.P Thompson, Eric Hobsbawm -con quien Sábato se entrevistó en varias ocasiones- o Raymond Williams. No sólo esta tradición influiría de manera decisiva en la reorganización de los estudios historiográficos tras 1983, en la que Sábato jugó un rol importante, sino que además fue crucial en el tránsito que más tarde emprendió la autora desde la historia económico-social hacia lo que se ha dado en llamar “nueva historia política”. En efecto, ya desde 1987, Sábato comenzaría a interesarse, influida sobre todo por la obra de Thompson, en la participación política de los sectores populares en la Argentina decimonónica, un tema hasta entonces desdeñado[7]. En un primer momento, la investigación se centraría en las formas de “participación autónoma” por fuera del sistema electoral, para luego descubrir que “…esas formas de participación política estaban totalmente imbricadas con la política tradicional, y por lo tanto también con la política de las elites […], lo que me llevó a estudiar las elecciones, que hasta entonces había descartado”.[8] Estos trabajos fueron hitos en la construcción de una historia política renovada en relación con el paradigma -ya anticuado- de la primera mitad del siglo XX, anterior al desafío de las tradiciones de los Annales y el marxismo británico.

En segundo lugar, y en íntima relación con lo anterior, las lecturas y los debates de Londres dieron lugar a un viraje no sólo historiográfico sino también político. Como señala Sábato al repasar su propia biografía, los trabajos del marxismo británico sirvieron como un ariete contra las perspectivas más ortodoxas en torno a la definición de clase y el determinismo económico-estructural, alineadas con la doctrina de la Unión Soviética y los distintos partidos comunistas del mundo que respondían a ella. En este sentido, la historiadora refiere a una cierta incomodidad con la ortodoxia marxista y el modelo de “historiador militante” e “historiografía comprometida” que de ella se derivaba, cuyas raíces se remontan ya a sus años de estudiante -y de militante universitaria cercana a la organización guerrillera Montoneros-, pero que eclosionó y se articuló bajo la forma de una crítica más sistemática a partir de sus experiencias en Londres. Para dicha crítica, el marxismo británico, junto con el incipiente debate en los ámbitos intelectuales en torno a la obra de Louis Althusser -que “…en el fondo era el debate sobre el estructuralismo, desde el punto de vista más filosófico.”[9]-, así como la recuperación de los trabajos de Gramsci, fueron insumos fundamentales. El desarrollo de estas lecturas y discusiones no se dio meramente en interacción con la academia británica, sino que implicó además a una serie de intelectuales latinoamericanos -en muchos casos también exiliados huyendo de regímenes dictatoriales-, a quienes Sábato frecuentó en Londres, como pueden ser Luis Ortega, Leonardo León, Scarlett O´phelan, o León Zamosc entre otros[10]. Cabe señalar, además, la influencia del filósofo argentino Ernesto Laclau, en quien Sábato encontró una guía intelectual muy productiva para sus relecturas del marxismo[11]. Aquí encontramos un ejemplo ilustrativo -a la escala de una biografía individual- de ese proceso de reflexión crítica, tanto política como historiográfica, que conlleva la idea de “desradicalización”, y en el cual la experiencia del exilio cumplió un rol insoslayable.

Otro importante y más prolongado caso de exilio fue el de José Carlos Chiaramonte, quien, en 1975, partió a México a trabajar por un año en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, pero, tras el golpe de estado y frente al riesgo que implicaba el retorno a su país, decidió quedarse en México, donde se desempeñó como investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (ISUNAM), de donde no regresaría sino hasta 1985. Si bien Chiaramonte -quien, nacido en 1931, contaba para 1975 con una trayectoria intelectual ya más larga que Sábato-, no experimentó durante esos años un giro tan marcado en términos teóricos, sí atravesó algunas experiencias intelectuales relevantes. En primer lugar, un encuentro con la historiografía del México colonial, a cuyo estudio exhaustivo y sistemático se dedicó durante esos años. En segundo lugar, y de manera similar a Sábato, el establecimiento de una red de vínculos con otros historiadores e intelectuales de distintas partes de Latinoamérica y Europa, como José Aricó, Marcello Carmagnani, o Antonio Annino, entre otros.

Al mismo tiempo, durante esos años Chiaramonte emprendió una extensa investigación de historia económica y social sobre la provincia de Corrientes durante la primera mitad del siglo XIX, que finalizaría, ya en la Argentina, con la publicación en 1991 de su libro Mercaderes del litoral[12]. Las características de ese trabajo lo llevarían a mantener relaciones con un grupo de colegas argentinos que colaboraron haciendo trabajo de archivo en Corrientes. Entre ellos estaban las profesoras de la Universidad Nacional de Rosario Marta Bonaudo y Silvia Cragnolino, y el economista Horacio Ciafardini, profesor de la Universidad del Sur que, perseguido por su militancia comunista, estuvo preso entre 1976 y 1982[13]. Al mismo tiempo, las indagaciones sobre la historia correntina se desarrollaron también en Europa: la obtención, en 1982, de una beca Guggenheim, le permitió financiar viajes para consultar los archivos del Foreign and Commonwealth Office en Londres, del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, y el Archivio di Stato de Torino, que guardaban reportes consulares referidos a los asuntos de las provincias rioplatenses. Finalmente, un viaje a la Argentina hacia finales de la dictadura sirvió a los fines de completar la pesquisa de fuentes primarias con la consulta de archivos en las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe. Así, Mercaderes del Litoral, que adquirió luego un status de clásico para la historiografía nacional, fue producto de un trabajo arduo y atravesado por la condición deslocalizada que imponía el exilio entre el investigador y la mayor parte de sus fuentes primarias. La consecución del trabajo sólo sería posible mediante la puesta en funcionamiento de un conjunto de relaciones personales e institucionales que se extendieron a lo largo de varias fronteras nacionales. Pese al carácter eminentemente local de la temática que el estudio buscaba asediar, su desarrollo sólo resulta comprensible desde una perspectiva que ponga de relieve la escala global que tuvo por escenario.

Si desplazamos ahora el foco de análisis hacia el caso de Pablo Pozzi, encontraremos también una similar importancia de las experiencias en el exterior. A diferencia del resto de los entrevistados, Pozzi desarrolló la mayor parte de su formación académica en el exterior, en Estados Unidos, donde cursó sus estudios de grado entre 1971 y 1975 en la Wesleyan University, y la maestría y el doctorado en Stony Brook University. Si bien recién recibiría el doctorado en 1989, Pozzi resolvió volver a Argentina tan pronto cómo le fue posible después de la victoria de Raúl Alfonsín en las elecciones de 1983. Así, su estadía fuera del país se extiende desde 1971 hasta 1984, y además del tiempo en Estados Unidos incluye un período dictando clases en México entre mediados de 1981 y su regreso a la Argentina[14]. Si bien su partida a Estados Unidos fue anterior al golpe de estado, la violencia y la persecución políticas, in crescendo durante la década de los 70´ y luego consolidadas de manera sistemática mediante el aparato represivo del estado dictatorial, fueron factores determinantes en la decisión de Pozzi -un hombre con una historia militante ligada a agrupaciones de izquierda como el Partido Revolucionario de los Trabajadores- de no volver a Argentina sino hasta el final de la dictadura.

En relación con la importancia que los años estadounidenses tuvieron en su desarrollo profesional, el historiador destaca la sorprendente densidad y pluralidad que caracterizaba la bibliografía de los cursos por los que atravesó. En esta línea, afirma de manera muy ilustrativa: “En Estados Unidos yo leí todo: desde Trotsky, hasta la Biblia, Marco Aurelio, y Adam Smith.”[15]. A su vez, transitar por uno de los centros de producción académica a nivel global -que, como es sabido, muchas veces marcan la pauta de tendencias que luego encontramos en las periferias-, le permitiría acceder ya en la década de 1970 a algunos temas y debates que, álgidos en Estados Unidos, sólo a posteriori arraigarían con fuerza en la Argentina, cómo pueden ser las discusiones en torno a las obras de Thompson y Gramsci, los estudios de género, los debates sobre las categorías raciales, o el incipiente campo de estudios de las migraciones. Además, las disquisiciones en torno a lo que se ha dado en llamar el problema del “excepcionalismo” de la clase obrera norteamericana (que intentaba dar cuenta del peculiar derrotero de una clase obrera que no desarrolló formas de autoorganización y de conciencia como las que, en otras latitudes, expresaban los robustos partidos laboristas, comunistas o socialdemócratas[16]), fueron también muy influyentes en su conceptualización de la clase obrera, eje que resultó fundamental para su proyecto historiográfico. De hecho, Pozzi mismo terciaría, unos años después, en los debates sobre el excepcionalismo[17]. Por último, las relaciones directas con algunos destacados académicos también resaltan en la narrativa que el historiador construye en torno a sus años estadounidenses: algunas conversaciones con Eric Hobsbawm, una visita personal a David Montgomery, y la participación en un congreso con el sociólogo James Petras, entre otras experiencias[18].

Finalmente, la biografía de Juan Carlos Korol quizá sea la menos atravesada por la experiencia en el exterior, en la medida en que la mayor parte de su trabajo durante la dictadura se dio en el marco del PEHESA, en Argentina. Como él mismo se preocupa en puntualizar, su estancia en la universidad de Berkeley para realizar estudios de posgrado, a principios de la década de 1980, no estuvo motivada por razones de persecución política, sino por oportunidades académicas: “No me fui exiliado, durante la mayor parte de la dictadura estuve acá […], tuve la oportunidad de estar cerca de alguien como Tulio Halperín, que fue un historiador excepcional”[19]. Así, la tutela académica de Tulio Halperín Donghi, uno de los padres fundadores de la historia social en la Argentina (quien fue profesor en Berkeley desde 1972 hasta su muerte en 2014), fue una experiencia muy estimulante de su paso por California. Además de esto, Korol señala la importancia que tuvieron una serie de cursos personales que tomó con el economista Richard Sutch, el especialista en la historia económica europea Jan de Vries, y el hispanista Richard Herr[20]. Todos ellos robustecieron su conocimiento de la teoría y la historia económicas y fueron referencias importantes para sus trabajos posteriores en ese mismo campo.

  • Conclusión:   

Si volvemos a la pregunta planteada al inicio del ensayo, creemos que las fuentes orales aquí expuestas aportan una evidencia copiosa y ecléctica de los modos en que las experiencias de esos años -y, en particular, los exilios- afectaron el desarrollo intelectual de algunas figuras relevantes del campo historiográfico.

La influencia de los exilios adquirió modulaciones diversas dadas las especificidades de cada caso, pero es posible identificar algunos ejes comunes, como pueden ser: el encuentro con temarios y problemas novedosos al insertarse en campos académicos foráneos, la formación de grupos intelectuales con colegas latinoamericanos (en muchos casos también exiliados), las relaciones personales con grandes referentes historiográficos consagrados, y, en un plano más general, la reflexión en torno a la propia actividad historiográfica que desarrollaron en esos contextos, que era indisociable de una reflexión sobre su -siempre problemático- vínculo con la acción política. Es imposible arribar a una comprensión cabal de la reestructuración democrática del campo sin hacer referencia a la manera en que ella abrevó en los bagajes de quienes volvieron al país durante esos años, y esto evidencia la existencia de una relación causal fuerte entre estas experiencias personales y la renovación del entramado conceptual constitutivo del campo historiográfico argentino. Las experiencias narradas por los historiadores dan cuenta, entonces, de la importancia que tuvieron estas tramas tanto en la reorientación intelectual de los historiadores que se insertaron en ellas, como para el devenir institucional de una historiografía nacional que, tras 1983, se preocupó cada vez más en robustecer su “internacionalización”, es decir, su inserción en redes académicas a escala global.

[1] Para un estudio específico del número de emigrantes no voluntarios durante el período dictatorial, así como sobre los países de destino de los exiliados, véase Susana Schkolnik, “Volumen y características de la emigración de argentinos a través de los censos extranjeros”, en Dinámica migratoria argentina (1955-1984). Democratización y retorno de los expatriados, eds. Alfredo Lattes y Enrique Oteiza (Buenos Aires: Ceal, 1987).

[2] Hilda Sábato, entrevistada telefónicamente por el autor, 15 de julio del 2022.

[3] El lector interesado puede consultar Marcela B. Cabrera, “La Universidad de Buenos Aires en los `70. Un recorrido a través de la memoria”, XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. (San Carlos de Bariloche:  Departamento de Historia, Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. Universidad Nacional del Comahue, 2009) para un desarrollo más detenido de la cuestión.

[4] Hilda Sábato, entrevistada telefónicamente por el autor, 15 de julio del 2022.

[5] El caso de Sábato es sólo un ejemplo entre tantos de la importancia que tuvieron durante el período distintas fundaciones extranjeras tanto para la realización de estudios en el exterior como para el financiamiento de las investigaciones que se desarrollaban al interior del país. Esta importancia se enfatiza en Pagano, “Las ciencias sociales”, 161.

[6] La tesis fue luego publicada como libro: Hilda Sábato, Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre del lanar, 1850-1890 (Buenos Aires: Sudamericana, 1989).

[7] Algunos de los principales trabajos en los que la autora avanza sobre esta línea de investigación son Hilda Sábato y Ema Cibotti, “Hacer política en Buenos Aires: los italianos en la escena pública porteña 1860-1880”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani”, Tercera Serie, N°2 (1988): 7-46; Hilda Sábato y Elías Palti, “¿Quién votaba en Buenos Aires?: Práctica y Teoría del Sufragio, 1850-1880”, Desarrollo Económico, V. 30, N°119 (1990): 395-424; y especialmente Hilda Sábato, La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880 (Buenos Aires: Sudamericana, 1998).

[8] Hilda Sábato, entrevistada telefónicamente por el autor, 15 de julio del 2022.

[9] Ibid.

[10] Hilda Sábato, correo electrónico enviado al autor, 9 de septiembre del 2022.

[11] Hilda Sábato, entrevistada telefónicamente por el autor, 15 de julio del 2022.

[12] José Carlos Chiaramonte, Mercaderes del Litoral: economía y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del siglo XIX (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1991).

[13] José Carlos Chiaramonte, entrevistado telefónicamente por el autor, 24 de junio del 2022.

[14] Pablo Pozzi, entrevistado telefónicamente por el autor, 1 de julio del 2022.

[15] Ibid.

[16] Una buena primera introducción a este problema se encuentra en Mike Davis, “Why the US working class is different”, New Left Review, I/123 (1980): 1-44.

[17] Pablo Pozzi, “Excepcionalismo y clase obrera en los Estados Unidos”, en De Washington a Reagan: Trabajadores y Conciencia de Clase en los Estados Unidos, ed. Pablo Pozzi (Buenos Aires: Cántaro Editores, 1990).

[18] Pablo Pozzi, entrevistado telefónicamente por el autor, 1 de julio del 2022.

[19] Juan Carlos Korol, entrevistado telefónicamente por el autor, 16 de junio del 2022.

[20] Ibid.

Manuel Goodbar
Estudiante de la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires.

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