Este ensayo analiza la experiencia de un grupo de mujeres que practican medicina ancestral andina en Cuenca, una ciudad de 330 000 habitantes ubicada en el Sur de Ecuador. Así mismo, investiga la brecha entre el derecho que la constitución garantiza a estas mujeres a practicar la salud intercultural y la falta de verdadero apoyo político, así como las condiciones adversas en las que ellas trabajan diariamente. Este trabajo propone soluciones para cerrar esta brecha: Basándose en la experiencia de las entrevistadas, sostiene que políticas y funcionarios que respeten los conocimientos ancestrales en el área de la salud y reconozcan su función complementaria a la medicina moderna podrían mejorar de manera significante la salud pública en el Ecuador.
This contribution analyses the experience of a group of female ancestral healers in Cuenca, Southern Ecuador, and illustrates what remains to be done to overcome the gap between their constitutionally guaranteed right to practise intercultural health and the lacking political support and adverse conditions they face in their daily work. Based on the interviewees’ experience it argues that public policies and servants that truly respect ancestral medical knowledge systems and accept their complementarity with modern medicine could significantly improve public health in Ecuador. This contribution is also available in English (see link below).

This contribution is also available in English (see here).

Members of the Yerbateras de Azuay collective in Cuenca, Southern Ecuador [Picture credit: Yerbateras de Azuay]

Miembros del colectivo ‘Yerbateras de Azuay’ en la ciudad de Cuenca, Sur de Ecuador [Crédito: Yerbateras de Azuay]

El “buen vivir”, la constitución de 2008 y la salud indígena en Ecuador

En 2008, Ecuador fue el primer país a nivel mundial en anclar el derecho a la salud intercultural en su constitución.[1]Concepto central de la nueva constitución es el Sumak Kawsay, que quiere decir Buen Vivir en Quichua[2]. En su preámbulo plantea una meta ambiciosa: “…construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el Sumak Kawsay…[3]. La salud intercultural es una realidad en muchas regiones del mundo.  Desde hace siglos, las personas han confiado en remedios de su propio contexto cultural al enfrentar desafíos para su salud y bienestar, integrándolos constantemente con prácticas modernas o importadas de otras regiones. Así se cruzan, se difuminan y se redefinen constantemente las fronteras entre distintos marcos ontológicos – conceptos de lo que es la salud. En el contexto actual de políticas de salud en Latinoamerica, el término interculturalidad  denomina “las interrelaciones equitativas y respetuosas de las diferencias políticas, económicas, sociales, culturales, de edad, lingüísticas, de género y generacionales que se establecen en el espacio entre las diferentes culturas (pueblos, etnias)”. [4]  La adopción de la actual Constitución de 2008 representó la intención de dar un paso importante hacia la realización de este ideal en Ecuador. Promovida por el gobierno de izquierda encabezado por Rafael Correa y apoyada por más del 60 por ciento de los Ecuatorianos, [5] la nueva constitución supera la constitución anterior (1998) en integrar la medicina ancestral indígena[6] al sistema público de salud: por primera vez reglamenta formalmente la participación de representantes indígenas en las instituciones públicas. Este reconocimiento constitucional respalda la posición de grupos indígenas que exigen respeto para la medicina ancestral andina, así como su inclusión en el sistema de salud público.

Tras la promulgación de la Constitución de 2008, se estableció la Dirección Nacional de Salud Intercultural dentro del Ministerio de Salud Pública. A partir de este momento, el desarrollo de enfoques sostenibles y no discriminatorios para promover la salud intercultural se convirtió en un objetivo político oficial. [7] En su Plan Nacional del Buen Vivir de 2009, Ecuador se comprometió a integrar la experiencia y las creencias de los curanderos ancestrales con los servicios de salud proporcionados por el estado. [8] Sin embargo, al día de hoy, los esfuerzos para establecer un sistema de salud intercultural basado en equidad resultan un “proyecto asimétrico e incompleto”. Los investigadores que utilizan este término en un artículo reciente opinan que los intentos de un diálogo intercultural respetuoso son rebasados por la historia política y económica racista que ha deslegitimado conocimientos y creencias indígenas durante siglos y que han dado lugar al desprecio por la medicina ancestral, la cual sigue siendo muy extendida en la sociedad ecuatoriana.[9]

El desequilibrio de poder dentro del sistema de salud refleja la situación de desventaja de los pueblos indígenas en Ecuador. La población indígena enfrenta barreras más altas para el acceso a la atención médica,[10]  experimenta una mortalidad  30 por ciento más alta y una incidencia de morbilidad por todas las causas 63 por ciento más alta que las poblaciones no indígenas.[11] En promedio, su nivel socioeconómico y de educación es significativamente más bajo.[12] La identificación de las causas de estas desigualdades es una tarea compleja dada la notable diversidad del grupo en cuestión: la población indígena de Ecuador incluye 14 pueblos distintos, como los Shuar amazónicos o la población de habla Quichua en el altiplano andino. Incluso definir la proporción de la población indígena en este país es un desafío: las estimaciones oscilan entre el siete y el 35 por ciento.[13]

Debido a la diversidad cultural de sus usuarios y practicantes, la medicina ancestral indígena en el Ecuador es en sí misma sumamente diversa. Los practicantes de la medicina ancestral incluyen curanderos, chamanes o yachay(“videntes”), hierbateros, parteras y sobadores (“hueseros”); muchas personas asumen una combinación de varios roles. Recientemente, estudios cualitativos y semicuantitativos han explorado las perspectivas de los practicantes de medicina ancestral respecto a temas como las políticas de salud pública y las barreras para una colaboración constructiva con otros profesionales de la salud, agregando voces nuevas y valiosas a la discusión sobre la salud intercultural. Estos estudios inspiraron el enfoque analítico este proyecto de investigación.[14]

Ecuador, ubicado entre Perú y Colombia, cuenta con una población indígena extremadamente diversa, con 14 pueblos distintos. [Crédito: althistory.fandom.com/es/wiki/Ecuador_(ASXX)]

Metodología del proyecto – Observación activa y entrevistas

El presente trabajo cuenta con dos fuentes:  la observación activa de la práctica médica de las Yerbateras de Azuayen la tienda[15] de practicas del grupo en Cuenca, Ecuador, y las cuatro entrevistas formales grabadas. La observación y las entrevista se realizaron en mayo y junio de 2022. Durante la fase de observación activa – un período de dos meses – yo estaba realizando una pasantía médica en el hospital público de Cuenca y me reunía con las curanderas los fines de semana y por las tardes después del trabajo para verlas tratar a sus pacientes y conocer sus rutinas de trabajo. Las conversaciones informales y entrevistas semiestructuradas que componen la segunda fuente del proyecto, se enfocaron en las siguientes cuatro áreas: 1) biografía personal y profesional, 2) relación con los pacientes y motivos de consulta, 3) experiencias con el gobierno ecuatoriano y políticos locales, así como practicantes de medicina moderna, y 4) sugerencias para mejorar la colaboración efectiva en la salud intercultural. Todas las entrevistas se realizaron en español. La presente contribución de blog, escrita en el contexto del Proyecto Global History Dialogues en 2022, presenta algunos aspectos centrales del ensayo completo del proyecto que se puede obtener contactando directamente a la autora.[16]

El colectivo Yerbateras de Azuay: un proyecto económico y político

Las Yerbateras de Azuay[17]  son un grupo de mujeres que practican la medicina indígena ancestral en la ciudad de Cuenca, la capital del cantón Azuay en el altiplano andino del sur de Ecuador que rebaza los 330.000 habitantes. Estas mujeres se identifican como curanderas ancestrales. En 2020, siete mujeres que, en su mayoría, previamente trabajaban en condiciones muy adversas en los mercados públicos de Cuenca se comprometieron a luchar por su autonomía politicoeconómica y en extensión  la de otras curanderas ancestrales. Siguiendo una sugerencia de Jhoana Cruz, socióloga política y la única cofundadora no indígena de las Yerbateras, invirtieron 50 dólares cada una para alquilar un local en el centro de la ciudad y turnarse para atender pacientes. Desde entonces, cada mujer atiende pacientes una mañana o una tarde de la semana y vende productos de elaboración propia como tés, ungüentos o jabones de hierbas. Todas las ganancias se reparten después de la deducción de los gastos de funcionamiento. Actualmente rinden ganancias de alrededor de 60 dólares por persona por mes.[18] Las Yerbateras se reúnen regularmente para discutir negocios actuales y asuntos políticos. Todos los miembros del grupo, excepto Jhoana, pertenecen a la población andina de habla quichua, uno de los grupos indígenas más grandes de Ecuador. Las experiencias de discriminación son un tema recurrente en sus intercambios. Algunas mujeres perciben estas experiencias comunes como motivación para luchar juntas por sus derechos:

Blanca, 45 years: “Muchas veces, nosotros que somos del campo, la política casi no nos toma en cuenta mucho, nos tienen al ladito nomás, a veces están engañándonos, creen que no entendemos… pero no es porque somos del campo que no nos defendemos! […] Cuándo yo trabajaba solita venían y me decían “no es permitido” – y yo sé que no es permitido, pero necesito trabajar… Por eso mi hermana me dice: “no quieres venir a trabajar aquí?” Y me vine – es mucho mejor grupo.

El grupo sólo acepta mujeres como miembros. Según Jhoana, la finalidad “es reivindicar estos saberes que han sido protegidos y transmitidos de abuela a mamá, hija, nieta – no entre los hombres”, y para ofrecer un espacio seguro de intercambio entre iguales. Ya que las Yerbateras provienen de entornos socioeconómicos muy modestos, la iniciativa de las mujeres debe verse como un proyecto tanto económico como político. “De largo plazo es una lucha política, a mediano plazo es una lucha económica”, explica Jhoana, “y a muy corto plazo lo que vemos es tener una ventaja diaria”. La sostenibilidad financiera constituye la base del compromiso político del grupo.

Limpio y alejado del ruido del mercado: la entrada de la localidad alquilada de las Yerbateras [Crédito: Veronika Wiemker]

“No nos dan espacio” – La brecha entre el derecho a practicar la salud intercultural que la constitución garantiza a los curanderos ancestrales y las condiciones adversas que los Yerbateras enfrentan en su trabajo diario

Como se estableció en la introducción, la Constitución de 2008 reconoció por primera vez el derecho de todos los ecuatorianos a la salud intercultural. Según Jhoana, la otorgación formal de estos derechos fortaleció considerablemente la posición de los Yerbateras en su trabajo político.

Jhoana: “Creo que la constitución está obligada a tener utopías. Es para saber allá hay que ir. […] antes de la Constitución el Estado no solamente no te ayudaba a caminar, te atacaba en tu camino. Para nosotras es grandioso que esté ahí, porque nos permite luchar.”

Si bien percibieron los derechos constitucionales como un fuerte respaldo para su causa, la mayoría de las Yerbateras indicaron que siguen experimentando discriminación y expresaron una desilusión general con los “políticos” nacionales y locales. Respaldando pasadas investigaciones científicas,[19]  enfatizaron la limitada relevancia de los derechos formales para su trabajo diario si estos derechos no se complementan con iniciativas prácticas para combatir la marginación social, la desventaja y la discriminación.

Rosa: “No, [los políticos] no nos han dado un apoyo ni nada. Es el saber de la gente. […] También hay gente de política que nos dice: “eso no funciona, nunca he escuchado eso, es mentira, no es verdad.” “Es que ustedes se roban la plata”, dicen. Hay así, que te discriminan. No nos dan espacio para la medicina ancestral, en los mercados o en las reuniones políticas.”

La referencia de Rosa al “saber de la gente”, que los políticos no entienden, funge como eco de los debates en la comunidad científica en torno a la apropiación e instrumentalización del concepto indígeno ancestral del Sumak Kawsay[20] y sus interpretaciones contradictorias.[21] Sin embargo, las brechas entre el ideal y la realidad, entre la instrumentalización y la reivindicación no parecen desalentar a las Yerbateras. Aun cuando varias de las mujeres mencionaron tener un conocimiento limitado de las normas legales concretas, muchas tematizaron por iniciativa propia el derecho a la salud intercultural y expresaron su propósito de exigir que se les conceda. La palabra “lucha” fue central en sus narrativas.

Blanca: “De uno mismo depende [el cambio político]. A veces uno mismo tiene que salir para esta lucha. Porque los políticos no saben, no entienden nuestro trabajo. Y por eso, como nos tratan, uno se tiene que defender. Y mis compañeras me dicen “vamos, compañeras, a ver qué podemos hacer” y salimos. Sí que podemos defendernos.”

Como es evidente en el testimonio de Blanca y el de las otras mujeres Yerbateras, sus experiencias compartidas de adversidad y discriminación  fortalecieron el sentido de identificación como miembros de un grupo marginado. Consecuentemente, promovieron su solidaridad con las curanderas fuera del grupo y elevaron su determinación de involucrarse activamente en la defensa de sus derechos. Este fenómeno ha sido descrito a menudo en el contexto de los movimientos indígenas en Ecuador. [22] De esta manera, se puede decir que fue el desfase entre el derecho  a la salud intercultural que garantiza la constitución y las condiciones adversas a las que se enfrentan las curanderas en su labor diaria lo que llevó a las Yerbateras a tomar la decisión de tomar espacio: físicamente y políticamente.

Las Yerbateras se reúnen regularmente para preparar remedios y ungüentos, y discutir negocios actuales tanto como asuntos políticos. [Crédito: Yerbateras de Azuay]

“El conocimiento ancestral no es sólo un adorno, un apéndice” – Se necesita diálogo y respeto para aprovechar al máximo la complementariedad de la medicina moderna y ancestral en el Ecuador

Entre las recomendaciones de las Yerbateras para realizar el derecho a la salud intercultural, se destacó un aspecto en particular: Insistieron en que no se debe instrumentalizar la medicina ancestral para servir como mera ilustración de una actitud política progresista. En cambio, el respeto y los esfuerzos auténticos para comprender las prácticas de las curanderas y el marco ontológico de su trabajo son la base para una colaboración exitosa. Como lo expresa la geógrafa Sarah Radcliffe en su análisis exhaustivo de la promesa y los límites del concepto Sumak Kawsay en Ecuador, “el interculturalismo debe ser “incorporado” en todos los sectores del estado y puesto en todas las políticas públicas como un punto de referencia para las actitudes y el comportamiento.[23] Según Jhoana, documentos oficiales como el Plan Nacional del Buen Vivir de 2009 que requieren que el gobierno integre la experiencia y las creencias de las curanderas con los servicios de salud del estado,[24] han sido demasiado abstractos para tener un impacto real. Opina que se necesitan objetivos más concretos y medibles para evitar lo que ella denomina “cultura de ferias”:

Jhoana: “La gente del gobierno local siempre está con la presión del estado de realizar algo rápido y visible y algo que políticamente sea marketingjero, así que siempre terminan haciendo una feria de saberes ancestrales. Y ahí organizan tonteras, gastan toda la plata y no es nada sostenible y no cambia las cosas. […] No debería ser sólo un adorno, un apéndice el tema de saberes ancestrales.”

Desde la perspectiva de las Yerbateras, la medicina ancestral ecuatoriana merece ser más que un “adorno”. Más allá, explican que esta no representa una amenaza para el sistema de salud existente porque su función es diferente. A diferencia de la mayoría de los médicos que trabajan en hospitales públicos, muchas curanderas comparten el entorno socioeconómico modesto de la mayoría de sus pacientes y tienden a transmitir conocimientos que ellas mismas han encontrado útiles. “Me gusta mi trabajo porque aprendo a cuidarme a mí misma”, explica Blanca, “nosotras mismos también podemos estar bien..”. Interactuando con sus pacientes como entre iguales, las curanderas pueden actuar como auténticos modelos a seguir para hacer frente a la enfermedad. Así, muchos pacientes se sienten valorados, respetados y comprendidos en sus preocupaciones.[25] Las Yerbateras enfatizaron la complementariedad de las enfermedades tratables con la medicina moderna y las condiciones que pueden ser aliviadas con sus intervenciones.

Blanca: “Viene una señora con dolor de cabeza y ya ha acudido al hospital cinco veces y le dicen “no hay nada”… pero yo veo que es de “mal aire”[26] y le puedo ayudar con una limpieza y un masaje. Alguna vez sí es de curar con la medicina ancestral, alguna vez también es del doctor de curar. Curar no es sólo de los doctores, ni sólo de la medicina ancestral. Somos dos partes.”

De hecho, la medicina ancestral ecuatoriana, tal como se practica en la actualidad, define un determinado grupo de enfermedades, como el cáncer, las llagas o las fracturas óseas, como enfermedades que forzosamente requieren tratamiento con la medicina moderna. [27]Pe ello, la opción de colaborar con proveedores de medicina moderna fue recibida de manera muy positiva no solo por Blanca, sino por todas las Yerbateras con las que hablé. “Los doctores de los hospitales y nosotras deberíamos reunirnos, hacer un equipo”, afirma Sofía, “Si un paciente no se pone mejor allá, deberían mandarle a buscar la otra medicina.” Rosa enfatiza la importancia del empoderamiento del paciente y el valor de tomar decisiones en un proceso cooperativo entre el paciente y el profesional de la salud como iguales: “Él [el paciente] tiene que elegir. Si está bien con los dos remedios, o se siente mejor sólo con medicina ancestral o sólo con medicina moderna. Es la elección del paciente.”

En general, las Yerbateras sintieron que para cumplir las promesas de la constitución basadas en el concepto de Sumak Kawsay y la salud intercultural, los profesionales de la salud y los políticos deben reconocer el valor de los practicantes de la medicina ancestral para el bienestar físico, mental y social de sus comunidades. Las Yerbaterasargumentan que se necesita un diálogo respetuoso para explotar plenamente la complementariedad de la medicina moderna y ancestral – un argumento que ya se ha hecho en investigaciones anteriores sobre la salud intercultural, por ejemplo, en el informe de mejores prácticas publicado por el Centro de las Primeras Naciones para la Investigación de la Salud Aborigen de la Universidad de Manitoba.[28]

Materiales de cultivo propio utilizados para ceremonias de limpieza espiritual: un ramo de hierbas aromáticas atadas en forma de escoba, aceites esenciales y un huevo para absorbar energías negativas que luego se examina para identificar el órgano que causa la enfermedad del paciente. [Crédito: Yerbateras de Azuay]

Escuchar a las Yerbateras para promover la salud intercultural en todo el mundo

Ecuador asumió un papel pionero en la comunidad mundial al incluir el derecho a la salud intercultural en su Constitución de 2018. Sin embargo, la experiencia de las Yerbateras muestra que, como en muchos otros países, sigue existiendo una gran discrepancia entre el ideal y la práctica de la salud intercultural. La lucha por un sistema de salud intercultural basado en la equidad refleja la larga historia de complejas dinámicas de poder dentro de la sociedad ecuatoriana. Como señalan los autores de un estudio reciente: “Los sistemas de salud en varios países se modifican con el objetivo de crear estructuras ‘híbridas’ que den cabida a las prácticas tradicionales dentro de un modelo occidental dominante. Pero la atención de la salud intercultural genuina es esquiva”. [29] Desde una perspectiva global, el difícil camino de Ecuador hacia la salud intercultural es representativo de una conflicto inherente a nuestro mundo cada vez más globalizado. Muchos países enfrentan el reto de resolver la tensión entre nuestro ideal de una medicina moderna basada en la evidencia, caracterizada por la universalidad y los estándares unificados, y el deseo de reconocer las fortalezas y ventajas de marcos ontológicos alternativos de la salud. En las palabras de los historiadores latinoamericanos Gabriela De Lima Grecco y Sven Schuster, deben “combinar la unidad con la diversidad”. [30]

En este contexto, el colectivo Yerbateras de Azuay puede entenderse como ejemplo de un proyecto económico y político (nacido en el centro de la sociedad ecuatoriana) que promueve tanto la unidad como la diversidad. Tiene como objetivo defender el derecho de los curanderos ancestrales a ejercer su profesión, y de este modo proteger el derecho de todos los ecuatorianos a la salud intercultural. Como se ha expuesto anteriormente, desde la perspectiva de las Yerbateras, la medicina ancestral ecuatoriana no es una amenaza para el sistema de salud existente, sino que tiene el potencial de complementar los enfoques biomédicos modernos. Las mujeres entrevistadas perciben una clara brecha entre el derecho formalmente otorgado a la salud intercultural y su experiencia cotidiana.  Sugieren que esta brecha solo puede ser superada a través del diálogo equitativo y el respeto entre los practicantes de la medicina ancestral y moderna.

Al rastrear las experiencias personales de un grupo de mujeres que practican la medicina ancestral en Cuenca, espero contribuir a una objetividad como la define el historiador Felipe Fernández-Armesto, una objetividad que radica en “la suma de todas las subjetividades posibles”[31]  y solo se puede alcanzar si recopilamos, comparamos y contrastamos un espectro cada vez más amplio de voces diversas, integrando experiencias personales con fenómenos globales. Los resultados presentados muestran una visión universal importante: respetar los sistemas de conocimiento médico ancestral y aceptar verdaderamente su complementariedad con la medicina moderna. Este enfoque tiene el potencial de mejorar de manera importante la salud de las personas en Ecuador y en todo el mundo. ¡Escuchemos a las Yerbateras!

 

Miembros de las Yerbateras presentan una selección de flores y hierbas utilizadas para las tradicionales ceremonias de limpieza en un evento público. [Crédito: Yerbateras de Azuay]

[1] Asamblea Constituyente de Ecuador “Constitución Política de la República del Ecuador”, 20 de octubre de 2008, disponible en: https://www.refworld.org/docid/3dbd62fd2.html [consultado el 18/05/2022]. El concepto de Buen Vivir también aparece en la constitución de Bolivia, adoptada en 2009.

[2]Después del español, el Quichua es el idioma más hablado en el Ecuador. Es el idioma principal de las comunidades indígenas de toda la Cordillera de los Andes centrales.

[3]Asamblea Constituyente de Ecuador “Constitución Política de la República del Ecuador”, 20 de octubre de 2008, disponible en: https://www.refworld.org/docid/3dbd62fd2.html [visitado 18/05/2022].

[4]Traducido por la autora; Fuente: Pan American Health Organization/Organización Panaméricana de la Salud. “Armonización de los sistemas de salud indígenas y el sistema de salud convencional en las Américas”. 2003;(2):52. Citado de: E. Bautista-Valarezo, V. Duque, V. Verhoeven, et al. “Perceptions of Ecuadorian indigenous healers on their relationship with the formal health care system: barriers and opportunities”, BMC Complement Med Ther (2021): 2165. https://doi.org/10.1186/s12906-021-03234-0

[5] G. W. Knapp, H. P. Vélez and M. J. MacLeod, “Ecuador from the late 20th century” in “Ecuador” in Encyclopedia Britannica, 15 de noviembre de 2021. https://www.britannica.com/place/Ecuador [visitado 18/05/2022].

[6] Los términos medicina o conocimiento “ancestral” y “tradicional” a menudo son utilizados indistintamente por los actores políticos en Ecuador y también por las mismas Yerbateras. La Organización Mundial de la Salud y otras instituciones internacionales tienden a utilizar el término “tradicional” para referirse a prácticas médicas establecidas desde hace mucho tiempo en todo el mundo que difieren de la “medicina moderna”. Sin embargo, este término fue y sigue siendo utilizado en muchos contextos coloniales y poscoloniales como una forma de deslegitimar ciertas formas de conocimiento. A lo largo de este texto uso el término “ancestral” para describir el trabajo de los Yerbateras.

[7]Ministerio de Salud Pública del Ecuador, Comisión Nacional de Organización y Participación Social del CONASAPolíticas Públicas de Salud para la Diversidad Plurinacional y Pluricultural – Proceso de Normatización del SNS – Subproceso de Medicina Intercultural” (2009). El texto original es el siguiente: “Estar ‘bien’, es estar en armonía consigo mismo, con su comunidad, su entorno y sus espíritus protectores”

[8] Secretaria Nacional de Planificación y Desarrollo, Ecuador, “Plan Nacional Buen Vivir” (Quito; 2013)

[9] Diego Herrera, Frank Hutchins, David Gaus y Carlos Troya, “Intercultural health in Ecuador: an asymmetrical and incomplete project”, Anthropology & Medicine (2018), DOI: 10.1080/13648470.2018.1507102

[10] Daniel F López-Cevallos, Chunhuei Chi, “Health care utilization in Ecuador: a multilevel analysis of socio-economic determinants and inequality issues”, Health Policy and Planning (2010), Volume 25, Issue 3, Pages 209–218, https://doi.org/10.1093/heapol/czp052

[11] Alexandra Reichert, “Toward Intercultural Health Care in Ecuador: A Roadmap For Equitable Reform”, Health Affairs Blog (April 10, 2020). DOI: 10.1377/hblog20200406.329120

William Kuang-Yao Pan, Christine Erlien, y Richard E. Bilsborrow, “Morbidity and mortality disparities among colonist and indigenous populations in the Ecuadorian Amazon”, Social Science & Medicine (2010), Volume 70, Issue 3, Pages 401-411, ISSN 0277-9536, https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2009.09.021.

[12] José Manuel Castellano, Efstathios Stefos et al., “The Educational and Social Profile of the Indigenous People of Ecuador: A Multidimensional Analysis”, Review of European Studies (2017): 9, 1, 1

[13] Si bien alrededor del siete por ciento de todos los ecuatorianos se autoidentificaron como indígenas en el último censo nacional (Instituto Nacional de Estadística y Censo de Ecuador INEC, agosto de 2020. Ver: https://www.ecuadorencifras.gob.ec/institucional/home/), la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE, ver: https://conaie.org) estima que los indígenas comprenden entre el 25 y el 35 por ciento de la población total del país, argumentando que algunos encuestados podrían preferir identificarse como mestizos (personas de descendencia mixta indígena y europea) para evitar la discriminación y el estigma.

[14] E. Bautista-Valarezo, V. Duque, V. Verhoeven, et al. “Perceptions of Ecuadorian indigenous healers on their relationship with the formal health care system: barriers and opportunities”, BMC Complement Med Ther (2021): 2165. https://doi.org/10.1186/s12906-021-03234-0

Adriana Orellana-Paucar, Valeria Quinche-Guillén, Danilo Garzón-López, Rafaella Ansaloni, Geovanny Barrera-Luna, and Lourdes Huiracocha-Tutiven. “Perceptions towards the Practice of Andean Traditional Medicine and the Challenges of Its Integration with Modern Medicine. Case Cuenca, Ecuador.” MASKANA (2021) 12 (1): 26–34. https://doi.org/10.18537/mskn.12.01.03

[15] Una local alquilado dónde practican las Yerbateras

[16] La versión completa está disponible en Inglés.

[17] La palabra Yerbatera -”mujer de las hierbas” – a menudo se usa de manera peyorativa en la región. El grupo elijó este nombre para expresar el orgullo que las curanderas sienten por ejercer su profesión.

[18] El salario mínimo en Ecuador, que se aplica a los empleados del gobierno y a empleados de las grandes empresas a tiempo completo, se elevó a 425 USD al mes en enero de 2022.

[19] Braveman y  Gruskin, “Poverty, Equity, Human Rights and Health,” Bulletin of the World Health Organisation 81/7 (2003), pp. 539-545.

Radcliffe, Sarah A. “Development for a postneoliberal era? Sumak kawsay, living well and the limits to decolonisation in Ecuador.” Geoforum 43.2 (2012): 240-249.

Goicolea, Isabel, Miguel San Sebastián, y Marianne Wulff. “Women’s reproductive rights in the Amazon basin of Ecuador: challenges for transforming policy into practice.” health and human rights (2008): 91-103.

[20]Rafael Domínguez, Sara Caria and Mauricio León, “Buen Vivir: Praise, instrumentalization, and reproductive pathways of good living”, Ecuador, Latin American and Caribbean Ethnic Studies (2017): 12:2, 133-154, DOI: 10.1080/17442222.2017.1325099

Fernández, Blanca Soledad. “Indigenous Intellectuals in Contemporary Ecuador: Encounters with “Seven Erroneous Theses about Latin America”.” Latin American Perspectives45.2 (2018): 190-204.

[21]Joe Quick and James T. Spartz, “On the Pursuit of Good Living in Highland Ecuador: Critical Indigenous Discourses of Sumak Kawsay.”, Latin American Research Review (2018): 53(4). pp. 757–769. DOI: https://doi.org/10.25222/larr.132

[22] Por ejemplo, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), define su movimiento como resultado de una experiencia compartida de discriminación y un largo proceso de resistencia y lucha. Fuente: Backlund S. Ecuadorian indigenous youth and identities : cultural homogenization or indigenous vindication? [Internet] [Dissertation]. 2013. Disponible en: http://urn.kb.se/resolve?urn=urn:nbn:se:lnu:diva-29122

[23] Radcliffe, Sarah A. “Development for a postneoliberal era? Sumak kawsay, living well and the limits to decolonisation in Ecuador.” Geoforum 43.2 (2012): 240-249; basado en: Dávalos, P., 2008a. El ‘Sumak Kawsay’ (‘Buen vivir’) y las cesuras del desarrollo: 1a parte. Boletin ICCI-Rimay ano 10 (110), p13; and Quintero Lopez, R., 2009. Las innovaciones conceptuales de la constitución del 2008 y el sumak kawsay. In: Acosta, El buen vivir. Abya-Yala, Quito, pp. 81. [Traducido por la autora]

[24] Secretaria Nacional de Planificación y Desarrollo, Ecuador, “Plan Nacional Buen Vivir” (Quito; 2013)

[25]Adriana Orellana-Paucar, Valeria Quinche-Guillén, Danilo Garzón-López, Rafaella Ansaloni, Geovanny Barrera-Luna, and Lourdes Huiracocha-Tutiven. “Perceptions towards the Practice of Andean Traditional Medicine and the Challenges of Its Integration with Modern Medicine. Case Cuenca, Ecuador.” MASKANA (2021): 12 (1): 26–34. https://doi.org/10.18537/mskn.12.01.03

[26] “El ‘mal aire’ se produce cuando hay vientos fuertes mientras una persona camina por cementerios o lugares con tesoros escondidos (‘entierros’) o contacto con aire frío. Sus principales síntomas son mareos, dolor de cabeza, vómitos, dolor de estómago, desmayos y malestar general en el cuerpo.”

Fuente: Adriana Orellana-Paucar, Valeria Quinche-Guillén, Danilo Garzón-López, Rafaella Ansaloni, Geovanny Barrera-Luna, and Lourdes Huiracocha-Tutiven. “Perceptions towards the Practice of Andean Traditional Medicine and the Challenges of Its Integration with Modern Medicine. Case Cuenca, Ecuador.” MASKANA (2021) 12 (1): 26–34. https://doi.org/10.18537/mskn.12.01.03.

[27] Elizabeth Currie, John Schofield, Fernando Ortega Perez & Diego Quiroga, “Health beliefs, healing practices and medico-ritual frameworks in the Ecuadorian Andes: the continuity of an ancient tradition”, World Archaeology (2018): 50:3, 461-479, DOI: 10.1080/00438243.2018.1474799

[28] Mignone, J., Bartlett, J., O’Neil, J. et al. Best practices in intercultural health: five case studies in Latin America. J Ethnobiology Ethnomedicine 3, 31 (2007). https://doi.org/10.1186/1746-4269-3-31

[29]Diego Herrera, Frank Hutchins, David Gaus and Carlos Troya, “Intercultural health in Ecuador: an asymmetrical and incomplete project”, Anthropology & Medicine (2018), DOI: 10.1080/13648470.2018.1507102

[30] Gabriela De Lima Grecco and Sven Schuster, “Decolonizing Global History? A Latin American Perspective.”, Journal of World History (2020), 435.

[31] Felipe Fernández-Armesto, “Epilogue: What is History Now?” in What Is History Now?, ed. David Cannadine (Houndmills, New York: Palgrave MacMillan, 2002), 155.

Credits
Este ensayo está dedicado a las mujeres miembros del colectivo Yerbateras de Azuay en Cuenca: Sofía Bueno (entrevistada), Blanca Corte (entrevistada), Elena Corte, Rosa Corte (entrevistada), Jhoana Cruz (entrevistada), Leticia Llgüin y Rosa Sisalima. Agradezco mucho la confianza que pusieron en mí y el tiempo que me compartieron. Texto traducido del inglés por Mariana Buenrostro y Veronika Wiemker.
Veronika Wiemker
Veronika Wiemker estudió medicina en la Universidad de Heidelberg, Alemania, con estancias en la Universidad Complutense de Madrid, España, y la Universidad de Cuenca, Ecuador. Actualmente se especializa en medicina pediátrica e investigación sobre equidad en la salud, salud intercultural y migración. Participó como oyente externa en el Proyecto GHD en la Universidad de Potsdam en 2022.

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